El pasado jueves 13 de julio, la actriz Fran Drescher anunciaba que el Sindicato de Actores iba a la huelga y se sumaba al Sindicato de Guionistas de Hollywood en una lucha por asegurar las condiciones laborales de escritores e intérpretes ante la irrupción de la inteligencia artificial en la industria de Hollywood. Es una guerra abierta en la que los grandes estudios han amenazado con asfixiar hasta el límite a los actores, de los que un 95% no ingresa anualmente el dinero mínimo necesario para vivir.
¿Quién hace el paro?
Por un lado, la todopoderosa AMPTP, que engloba a los estudios y a todos aquellos que deciden quién hace qué en el universo audiovisual. Por el otro, el Sindicato de Actores, SAG-AFTRA que, con 160.000 miembros, representa a la profesión de un modo aparentemente transversal. El tercer implicado es el Sindicato de Guionistas, que se declaró en huelga hace más de dos meses y cuya reivindicación estaba perdiendo fuerza. Ahora, se vuelve a equilibrar con la incorporación, no solo de la clase trabajadora del séptimo arte sino de las estrellas de cine, que han empezado a sumarse al pedido. Los primeros en mostrar públicamente su apoyo a la profesión fueron Matt Damon, Robert Downey Jr., Emily Blunt y el resto del reparto de Oppenheimer en la premier londinense del que se espera sea uno de los grandes blockbusters del verano al abandonarla en mitad de las entrevistas.
La AMPTP y el Sindicato de Actores partieron de forma inesperada cuando algunos conocedores del sector sugerían que iban a llegar a un acuerdo. A principios de la semana pasada los segundos se retiraron de la mesa de negociación y declararon la guerra a las grandes industrias.
¿Qué es lo que piden?
Los puntos que engloban la lista de la discordia van desde la mejora de las condiciones económicas a la exigencia de transparencia a las plataformas a la hora de informar de sus audiencias, aunque el mayor problema es el uso de la inteligencia artificial. Un borrador filtrado de la propuesta de la AMPTP al sindicato revelaba que ofrecían un día de salario a los background actors (extras) a cambio de digitalizar su imagen y poder usarla por toda la eternidad. Esto enfureció a los actores y la huelga se convirtió en algo inevitable.
La lucha por el control de la imagen de los actores y actrices estadounidenses se presenta larga y complicada, no solo por la complejidad del tema en sí, sino porque nadie sabe muy bien cómo se regula el uso de una herramienta cuyos límites son impredecibles y que podría cambiar para siempre la faz del séptimo arte. La industria comenzó a plantearse resucitar a actores clásicos, rejuvenecer a los que considere que siguen siendo una garantía para la taquilla y, hacer lo que les dé la gana pagando mucho menos de lo que lo hace ahora.
¿Cómo lo harán?
El espectador no empezará a notar los efectos obvios de la huelga hasta 2024, pero de momento ya se paralizaron producciones del tamaño de la serie Stranger Things, la próxima entrega de Misión imposible, las secuelas de Gladiator, Beetlejuice y Deadpool, o la esperada adaptación del musical Wicked. Los expertos calculan que unos 15.000 puestos de trabajos se evaporarán tan solo las primeras semanas en el sector técnico y de servicios, y que cada día se perderán unos 40 millones de dólares.
Además, festivales de categoría ‘A’ como los de Venecia, Cannes o San Sebastián, se verán afectados por la cancelación de visitas, preestrenos y alfombras rojas, lo que afectará a su vez a la cobertura mediática o a las partidas que los patrocinadores destinan a la presencia de celebrities y al público que atraen.
La última vez que los actores hicieron huelga de un modo similar fue hace medio siglo y los representaba Ronald Reagan. En aquel entonces duró cinco semanas y se resolvió con algunas concesiones de las productoras, aunque no demasiadas, pero esta vez no parece que la cosa vaya a solucionarse próximamente.
