En las calles de un pequeño pueblo de Valencia devastado por las intensas lluvias de la DANA, se ve una escena que ha tocado los corazones de todos los que participan en la recuperación de la zona: un grupo de voluntarios senegaleses, provenientes de Salou, trabajan sin descanso en la limpieza de escombros y barro. Suben y bajan las calles, cargados de baldes llenos de barro, mientras cantan a todo pulmón en su idioma natal: “Vamos, vamos, nadie nos puede hundir”. Con cada cántico, infunden ánimo y energía a los demás, en un acto de generosidad que trasciende las fronteras de su país.
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El grupo, compuesto por alrededor de una veintena de senegaleses, ha decidido unirse al ejército de voluntarios que lucha por restaurar el pueblo y aliviar los estragos causados por la tormenta. Muchos de ellos, que desempeñan oficios como manteros, albañiles o temporeros, pidieron el día libre en sus trabajos para ofrecer su ayuda. Lo hacen de manera incansable, sin descanso, movidos por la solidaridad y el deseo de contribuir en la difícil tarea de recuperación.
La presencia de estos voluntarios no ha pasado desapercibida para los agentes de la Guardia Civil, que se encuentran trabajando codo a codo con los vecinos y otros equipos de emergencia. En señal de gratitud, los guardias incluso ofrecieron comida a los senegaleses, quienes, con una sonrisa en el rostro, continúan empujando el barro y limpiando las calles.
La imagen de los senegaleses cantando y trabajando junto a los oficiales de la Guardia Civil y los vecinos ha convertido este gesto en un símbolo de unidad y fortaleza. “Esto es lo que necesitamos en momentos como este: trabajar juntos, sin importar de dónde venimos, para reconstruir lo que hemos perdido”, afirma uno de los residentes del pueblo.
A pesar de que la tragedia ha dejado huellas profundas en la comunidad, también ha revelado el poder de la cooperación y el trabajo colectivo. Los voluntarios, sin apenas tiempo para descansar, se han comprometido a seguir ayudando durante los próximos días. Para ellos, la ayuda no es solo una cuestión de limpiar el barro, sino de transmitir esperanza y solidaridad en tiempos de adversidad.
La DANA, el fenómeno meteorológico que causó las lluvias torrenciales y las terribles inundaciones en la región, ha dejado un paisaje desolador en Alfafar y otras localidades cercanas. La fuerza de la naturaleza ha arrasado con todo a su paso, incluido el cuartel de la Guardia Civil, que ahora está completamente inservible debido a los daños causados por el agua. Sin embargo, lo que se ve hoy en las calles es una red de solidaridad que trasciende cualquier barrera.