La Perla: el adiós a un clásico

Por María Belén Dalmazzo, Redacción Canal C

A los pocos días de transcurrida la cuarentena obligatoria, lo primero que empezamos a extrañar fueron las comidas con familiares y amigos. Y después de más de cien días, comenzamos a ponernos nostálgicos hasta con los pequeños detalles de esas reuniones.

Entrar al restaurant y sentarnos en la mesa de siempre, esa que daba al ventanal desde donde se podía ver la Iglesia del Pilar, y de paso sentirse privilegiado viendo a la gente afuera hacer fila para entrar. Pedir la carta, aunque ya sabemos que tiene pero nos gusta verla igual. Y mientras elegimos, el mozo de siempre nos trae un pancito con queso para untar.

Y llega la pregunta: ¿Qué van a pedir?, la respuesta es la misma: suprema al ananá con papas a la crema. Un plato polémico pero de un sabor único, que sólo podes encontrarlo ahí y sobre gustos no hay nada escrito. El resto de la familia también elige lo habitual, lomo a la pimienta y sorrentinos de calabaza con queso de cabra. De vuelta, sólo en ese lugar los hacen así.

No hay música de fondo, y si bien los televisores están prendidos no tienen el volumen activado. Y es que el murmullo de tanta gente reunida con ganas de verse, con la excusa de comer bien, es suficientemente musical.

Los niños corretean por los pasillos, que quedan entre las mesas, y los mozos hacen malabares para esquivarlos sin tirar las bandejas. Verlos, te remonta a tu niñez y te hace recordar cuando vos correteabas por ahí, hasta que escuchabas el grito de papá: Vení, que ya está la comida.

Y mientras cada uno disfruta de su plato, se plantean los temas de conversación en los que siempre parece que podemos arreglar la economía, la política, el hambre y el país entero.

Y ahí entra Tatú, el mozo más conocido del lugar. Viene de afuera porque ya está jubilado, pero le gusta estar en la puerta invitando a la gente a ingresar al salón. Se acerca a la mesas y saluda todos, porque los conoce a todos. Le dicen Tatú porque es parecido al personaje de la Isla de la Fantasía, una serie del 93.

Algunos piden postre: budín de pan y tiramisú. Y después de eso viene la despedida, el hasta la próxima semana.

Pero esta vez, aunque mucho esperamos para poder volver a vivir esos momentos, no va a pasar. Y es que, aunque ya cambiamos de fase, se flexibilizó la cuarentena y se anunció la reapertura de los bares y restaurantes para el martes; ese lugar con la mesa que da a la ventana ya no va a abrir. Es uno más, del 35% de los locales gastronómicos cordobeses que se vió obligado a cerrar sus puertas para siempre.

Los impuestos que no dieron tregua y el sueldo de aproximadamente 72 empleados que hubo que pagar, a pesar de no recibir los mismos ingresos de siempre en más de 100 días, hicieron estragos. Y si bien, sus dueños hicieron todo lo posible apelando a su fiel delivery de bicis, con casi la misma cantidad de años que el local, la pandemia y la crisis los atropellaron igual. En un momento tuvieron 16 franquicias, hoy sólo les quedaban 3 sucursales, pero ya no más.

Después de 65 años ininterrumpidos, la plancha en donde se hacían las milanesas más conocidas de Córdoba está fría. Ya no se lo verá a Tatú en la puerta hablando con todos. Y esta vez, las campanadas de la Iglesia serán más tristes que nunca.

Cuando arrancó la cuarentena pensamos que nos volveríamos a ver y ahora nos toca decir hasta siempre y gracias por tanto. Hasta siempre a La Perla.

 

 

 

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