Para entender algunas consecuencias de la actual guerra entre Ucrania y Rusia, Canal C dialoga con Giacomo Turci, antropólogo y licenciado en Geografía egresado de la Universidad de Bologna( Italia). Turci es también editor del diario online La Voce delle Lotte y miembro de la redacción de la revista Egemonia.
Desde el gobierno ruso y sectores afines, afirman que existe una “rusofobia”. ¿Desde tu punto de vista, esto es así?
En términos generales, es cierto que los gobiernos y los grandes medios de comunicación fomentan los sentimientos de miedo y odio hacia Rusia en general, no sólo contra Putin o los oligarcas. La situación varía de un país europeo a otro. Algunos de ellos han mantenido históricamente relaciones económicas y políticas más estrechas con Rusia, y ahora es difícil que sus gobiernos inculquen sentimientos generalizados de odio antirruso o rusofobia en la amplia masa de la población.
Otros países -la mayoría de los más cercanos a la propia Rusia- se han forjado un papel en la OTAN y/o en la UE como trincheras avanzadas antirrusas, manteniendo un clima más parecido al que vivió toda Europa durante la Guerra Fría. El ataque de un alcalde a Matteo Salvini en una visita a Polonia forma parte de este complejo panorama: aunque ambos pertenecen a partidos nacionalistas de derechas, Salvini procede de una tradición prorrusa, mientras que la derecha polaca está compactamente alineada con la OTAN y contra Rusia, y critica a gente como Salvini. Actualmente, Italia es uno de los países en los que la rusofobia y el apoyo al militarismo están menos extendidos, mientras que en Alemania la política de rearme militar y el militarismo antirruso de la OTAN tienen, por desgracia, un consenso activo mucho más amplio.
Está claro que la rusofobia, que hoy incluye vergonzosas campañas de condena y censura de la cultura rusa y de los ciudadanos individuales como tales, es un arma ideológica útil para justificar una carrera armamentística a gran escala en Europa, algo que parecía difícil de proponer hasta hace poco. Y es una confirmación de que la izquierda “razonable” y “gobernante”, alineada con las exigencias de los banqueros e industriales (en este caso la industria armamentística, que se enriquecerá increíblemente), está siempre dispuesta a llevar a cabo políticas antipopulares y peligrosas, como fue el caso del SPD alemán, el principal partido gobernante en Alemania.