El lunes, Donald Trump asumió oficialmente el cargo de 47º presidente de Estados Unidos, prometiendo llevar a cabo una "revolución de sentido común" mientras los republicanos toman el control unificado de Washington.
Con un enfoque claro en remodelar las instituciones del país, Trump se presentó como un líder decidido a cambiar el rumbo de la nación.
Superando juicios políticos, acusaciones penales y hasta intentos de asesinato, Trump consiguió un nuevo mandato en la Casa Blanca. En su primer día de gobierno, mostró su determinación al preparar varias órdenes ejecutivas que tomará inmediatamente. Entre ellas, se incluyen medidas estrictas contra la inmigración ilegal, un impulso al desarrollo de combustibles fósiles y la eliminación de los programas de diversidad e inclusión en el gobierno federal.
En su discurso inaugural, Trump dejó en claro el mensaje de su victoria: "Mi reciente elección es un mandato para revertir total y completamente una traición horrible y todas estas muchas traiciones que han tenido lugar, y para devolverle al pueblo su fe, su riqueza, su democracia y, de hecho, su libertad". Continuó, afirmando: “A partir de este momento, el declive de Estados Unidos ha terminado”.
El mandatario también hizo referencia a un atentado reciente contra su vida, sucedido meses atrás, en el que una bala rozó su oreja durante un ataque en Pensilvania. A pesar de la gravedad del incidente, Trump expresó que sintió que su vida fue salvada por una razón: "Fui salvado por Dios para hacer grande de nuevo a Estados Unidos", afirmó con firmeza.
El presidente anunció que está comenzando "una nueva y emocionante era de éxito nacional", describiendo un país en el que "una marea de cambio está barriendo". Las órdenes ejecutivas firmadas en sus primeros momentos en el cargo marcan el inicio de lo que Trump denominará "la restauración completa de Estados Unidos y la revolución del sentido común".
La primera de estas medidas será la declaración de una "emergencia nacional" en la frontera sur, donde también planea designar a los cárteles mexicanos como organizaciones terroristas, un paso que promete intensificar la lucha contra el crimen organizado en la región.
